Comenzaré por Arangas
por ser el lugar primero,
oriental, de aqueste valle
de lágrimas y lamentos.
Aquí vive un balandrán,
un sencillo caballero
que es Don José de Cossío,
nada más ni nada menos,
que hace como el papagayo
que no sabe más que un cuento.
No resuelve ni compone,
ni va fuera ni va dentro,
él no juega ni baraja,
ni hace ni mete respeto,
pero es en fin del ilustre
caserón del Navariego.
Sus vecinos son garbeles
apocaditos y honestos,
capotillos y piececillos,
presumiditos y necios,
y gastan si los enfadan
un poquito de mal genio,
calzan muy ajustadito
y comen con mucho tiento,
hacen catorce boronas
de un celemín cuando menos,
un tente vivo y no más
comen, y en esto son diestros,
que es modo de vivir mucho
quedar siempre con deseo.
Pero yo soy de sentir
que no lo hacen por eso,
sino por no poder más.
Así lo siento y asiento.