Manuel Niembro de la Concha en El Oriente de Asturias del 22 de diciembre 1895, nº 551.
COSAS DE CABRALES
Pocos momentos después de haber depositado en el buzón mu última carta fecha 5 del corriente mes, tuvo lugar en el Ayuntamiento el escrutinio general y proclamación de concejales.
Tras un pequeño altercado entre los interventores de la mesa y el Sr. Alcalde, en que los primeros querían a toda costa se nombrasen 5, por ser los que hacían falta para completar el total, y el último defendía lo dispuesto por el Sr. Gobernador, pues sólo dio autorización para elegir 4… triunfaron los interventores, diciendo que ellos se asumían todas las responsabilidades que pudieran sobrevenir.
El concejal Sr. Fernández de Mier protestó con energía de la debilidad del Alcalde al consentir que otros se le impusieran, y dijo que en la primera sesión pediría que viniera a ocupar su puesto el ex-primer Teniente D. Rafael Alonso, pues, cuando le fue aceptada la dimisión, no había mayoría en el Ayuntamiento.
También el mismo Sr. Alcalde formuló verbal y pacífica protesta contra la capacidad de don Ricardo Huerta, por ser Recaudador de contribuciones en este concejo; leyendo algunos artículos de la ley referentes a incompatibilidades. El interesado defendió su acta, diciendo que aquellos artículos venían tan a cuanto con su cargo, como "por los Cerros de Úbeda". Replica el primero, y dice que aquello no lo dijo "por mal", sino por lo contrario, muy amistosamente, y que "de todos modos" se alegraba (¿?) de que fueran allí muchos bravucones, pues no tardarían en amansarse…
—¡Cielos!… —me puse a pensar—
¿Cómo harán para amansar
En esta casa a los malos?
Si será a fuerza de palos,
O con tila y azahar?
—
El reparto vecinal de aquellos miles de pesetas, que tanto dieron que hablar… y que escribir, está hecho hace bastante tiempo.
Cuando se expuso a la consideración del público… ¡Dios nos tenga de su mano! Aquello parecía el Juicio final. Nadie estaba conforme con su cuota; todos tenían más de lo que les debía corresponder; todos querían alzarse…
—Valientes brutos son los repartidores.
—Esto, ni a patadas que fuera hecho.
Así, también lo hacía yo, que no conozco la j.
Bien cansada les quedaría la mollera…
Esto y mucho más se oía salir de cien bocas a la vez, que parecían querer tragarse el reparto y los repartidores.
Y es que ya casi olvidaban toda la sin razón de tal impuesto, y cuando un pago es injusto, poco importa la cantidad: pequeña o grande es dolosa.
A bien que todos tenían necesidad de reñir, y como pudieran hacerlo con su sombra, cargaron el mochuelo a los repartidores, arrojando sobre ellos toda la bilis que en sus pechos tenían almacenada.
Que el reparto adolezca de algún error en la clasificación de las categorías, cosa que no es dado siempre evitar, bueno; pero, señores, ¡por Dios!… todos no es posible que estén recargados…
Sé que habrá quien al leer
Esto que dejó apuntado,
Pueda llegar a creer
Que yo soy un agraciado.
Agraciado? sí, pardiez,
¡Qué gracia más singular
Me hicieron, con unas diez
Pesetas que he de pagar!…
—
El mercado, que tiene lugar en Carreña todos los jueves, se ve en este tiempo regularmente concurrido, pues los pueblos cercanos acuden a él con sus ganados, abundando mucho el de cerda, de recría y cebados.
Los primeros se cotizan a bastante buenos precios, pues muchos de tres o cuatro meses valen 25 pesetas. Los destinados a muerte no se pagan tanto al respective, pues oscila la arroba de 45 a 50 reales.
También se venden muchas reses lanares y algunas cutrales, pues estamos en el periodo álgido de los samartines; éstas están baratísimas, y si no fuera por los pícaros consumos, podríamos este año adornar las cocinas con sendas piezas de cecina.
—
En el pasado mes de Noviembre han sido inscriptos en el Registro civil de nuestro Juzgado 9 nacimientos y 31 defunciones.
Por el considerable número de estas últimas pueden verse los estragos que ha hecho el sarampión, ayudado en su destructora tarea por las pulmonías que causaron no pocas víctimas. La epidemia ya casi ha desaparecido, por lo casi podemos dar gracias a Dios, y rogarle que no vuelva a visitarnos, pues sobrados recuerdos tristes nos dejó de su paso por este concejo.
—
El lunes último ha subido al cielo una hermosa niña, hija de mi entrañable amigo don Francisco J. Gómez Prieto, secretario del Ayuntamiento.
Sirva de lenitivo a la pena que experimenta tanto él como su afligida esposa Dª Sofía Peláez, el considerar que tienen en la celestial mansión un ángel que está rogando por sus padres incesantemente.
Manolo.
Diciembre 5 del 95.