Manuel Niembro de la Concha en El Oriente de Asturias del 10 de noviembre 1895, nº 545.
COSAS DE CABRALES
Apuesto una perrina contra una oreja de Maceo 1., a que las nueve décimas partes de los Cabraliegos se frotarían las manos de gusto si vieran en letras de molde y en EL ORIENTE para que fueran más leídas, la historia de la zarandeada cuestión de los consumos, exornada con sabrosos y ocurridos comentarios, para los cuales se presta de una manera asombrosa.
Al coger la pluma hoy, no espere el lector ver historiado este asunto tal cual él quisiera ni comentado como se merece. ¿No ve ¡cuerpo de tal! que como escrito, pulgada más o menos, estoy a la misma altura que nuestros representantes concejiles para administradores de los intereses procomunales?…
No se si me creerás, pero nada es más cierto que mi deseo de escribir estos renglones de modo que los mudos los leyesen, no estorbasen a los que lo negro les ofende y lo oyesen hasta los sordos…
¿Que es imposible? Pues entonces, lector piadoso, confórmate con lo que salga, porque otro se conformó primero que tú…
—
¡¡Los consumos!!! 2. Así, admirados y reteadmirados, pronunciamos los Cabraliegos estas palabrejas, que llegaron a ser para nosotros —perdóneseme la comparación— algo así como el himno de Riego para los realistas.
—¿Qué por que nos inspiran tanto horror? ¡Ah!… eso es más largo de contar, aunque no con la extensión debida.
La discutida, la debatida, la censurada cuestión que me ocupa, es el obligado tema de todas las conversaciones, así en el café donde diariamente se reune la hig-life de nuestra sociedad hombruna, como la taberna donde desde el primer pedentuelo con vistas a sabiondo hasta el último pelagatos, hablan por los codos y dicen mil y una perrerías del Alcalde y sus secuaces; hasta en la cocina cuando al amoroso calor de los tizones se reunen a conceyar algunos vecinos para (?) las primeras horas de estas eternas noches, no hay que preguntar de que se ocupan: "el tirar de la pelleja" a nuestros munícipes, es una distracción muy entretenida.
Y es que la conducta de la mayor parte del Ayuntamiento en casi todos los asuntos que en sus desdichadas manos caen, es digna de censura, porque han de solucionarlos de modo que jamás han de dar gusto al pueblo, el cual se venga poniendo cual digan dueñas a quienes parece que sólo se proponen enagenarse las simpatías de sus administrados.
Preciso es que el lector me acompañe, y andando pie atrás nos volvamos al mes de marzo. Ahora, voy a contar una historia que parece cuento y un cuento que parece historia.
Después de haber quedado desierta la primera subasta, cuyo tipo era de 15.918 pesetas, anunciaron la 2ª para el 30 de abril; presentáronse varios licitantes, que previo depósito necesario, ofrecieron: D. Miguel Blasco, 13.510 y D. Narciso Álvarez 15.005, presentándose luego, con asombro de (?), D. Jóse Sierra que ofreció de golpe y porrazo 16.051, al cual se le adjudicó inmediatamente.
—Es un buen negocio para el concejo— dijeron algunos incautos que ignoraban el busilis del negocio verdadero.
En una ocasión —y va de cuento— y en un pueblo de cuyo nombre no quiero acordarme, había un Alcalde, hombre de negocios, que por consecuencia de su cargo le estaba vedado el contratar, arrendar, ni pujar, nada que tocase pito con la administración de los intereses del concejo que gobernaba. Listo como Merlín, y ganoso de aprovecharse de las ventajillas que son anejas a estas contratas, a estos arriendos y a estas pujas, traía el pillín a su vera tres o cuatro parientes y amigos, que no se les escapaba contrato, ni arriendo, ni puja, pues en un decir Jesús, se le daba el buena pro.
Estos tales, cuando algún pobrete no ramaleaba bien, le llevaban a presencia del Alcalde "para que hiciese justicia". Cuentan las crónicas que por rara casualidad siempre estaba de parte de los parientes y amigos de la autoridad.
Me he permitido intercalar en el texto este cuentecillo, por si acaso el lector se aburría con mi anterior relato, el cual vuelvo a continuar.
Pues como iba diciendo las cosas parecían ir de bien en mejor; pero como la alegría en casa de los pobres nunca fue duradera, resultó que el Sr. rematante no quiso, o no le convino que la cosa fuera a mayores y renunció a la adjudicación.
Para ese viaje, seguramente que no necesita alforja.
¡Oh poder de la sugestión, a qué extremos conduces! La malicia popular (¡qué lenguas, Dios mío!) habla de algunos que no deseaban el remate por aquel entonces, y se valieron de un ardid de los que empleaba el Alcalde de mi cuento, y que como a aquél, les dieron óptimos resultados.
El caso cierto fue, que se pasó el día, y los que de buena fe solicitaban la subasta, se quedaron soplando las uñas.
Si se anunciaba sin demora la subasta numero 3, no sería fácil arreglarlo como en la anterior, en ese caso, más valía entretener el tiempo en cualquiera cosa, pues había necesidad de que pasara el año económico sin que los consumos estuviesen rematados.
El mes de mayo lo empleó la Corporación municipal en deliberar lo que haría en aquel trance y por fin decidieron que todo el mes de junio negociarían con los pueblos del concejo para que por su bien —el de los pueblos— aceptasen voluntariamente la parte que les correspondía de cerca de 16.000 pesetas.
Si aceptan o si lo dejan, si se rebaja aquí y allí se aumenta, el caso fue que algunos pueblos dijeron nones y pasaron con la suya como el Rey con sus alcabalas.
Al fin, no faltó quien se presentase a "responder por los rebeldes" —no sé por qué me acuerdo ahora del cuento de arriba— y ¡claro! fueron aceptadas sus proposiciones, diciéndole lo que aquel juez de no sé donde: "si alguno se desliza.
traérmelo aquí
traérmelo aquí
delante de mi".
Ya no faltaba más sino ir a la Administración de Hacienda para que aprobase lo hecho… y abur.
En efecto, no tardó en venir la contestación, diciendo poco más o menos, que eran unos tontos de atar, pues no sabiendo lo que hacían, acertaron a hacer un desatino mayúsculo y por lo tanto que no se podía aprobar.
Y nuestra corporación municipal, tan campante como si no fuera nada…
Es verdad que ya había dejado el punto el rematante por haber cumplido los tres años, y las puertas estaban de par en par, libres de fielateros.
No revelan a nadie la suerte que corrió aquello de los conciertos, y los cabraliegos muy tranquilos en la inteligencia de que eran un hecho cierto.
Entretanto los curules y otros que no lo son, desocupan en volandas los almacenes de los concejos vecinos, trasladando a sus casas, "por lo que puede suceder" un potosí de efectos sujetos al consumo.
Y no sucedió nada, sino que, como siempre los ricos no perdieron el tiempo, y los pobres, o sea la inmensa mayoría… (?) lo (?) pues desahogados su cólera por la boca, echando pestes al Ayuntamiento, culpable de todos los males que nos aquejan.
Ya había que pensar en lo del remate, y con efecto anunciaron la tercera subasta admitiéndose pujas que cubrieron las dos terceras partes del tipo. Y entonces D. Narciso Álvarez que había ofrecido en otra ocasión 15.005 pesetas, le fue adjudicada la subasta en 10.650, por la fuerza de las circunstancias.
Hablando de este asunto a un Sr. concejal, me contestó: "no ve V. que si ahora el concejo tiene que pagar algunos miles de pesetas que resultan de defecto, en cambio hemos introducido libres de derechos algunas cosillas? Lo que por un lado se pierde, por otro se gana".
Si lo queremos más claro…
A propuesta de la Alcaldía, nombró la Administración de Hacienda una comisión de vecinos de este Concejo para que repartiesen los miles de que hablaba el concejal, y aunque esta comisión en un principio demostró deseos de repartirlas a partes iguales entre los individuos odos del Ayuntamiento, no pasó del deseo… A ruegos de dicha comisión, copio el manifiesto que la misma se creyó en el caso de publicar para justificar su conducta; hele aquí:
CABRALIEGOS:
Seguramente no desconoceis la difícil situación en que nos hallamos colocados, merced al nombramiento que sobre nosotros ha recaído para hacer el reparto de 5.655 pesetas, o sea el déficit que resultó de la subasta adjudicada a don Narciso Álvarez, como rematante de consumos hasta cubrir el presupuesto municipal.
Tampoco se os oculta, y por eso no hemos de repetiroslo, el desatentado proceder de nuestro Ayuntamiento en esta malhadada cuestión, preceder que revela a un perfecto desconocimiento de la tramitación de un asunto tan trascendental, lo cual no le disculpa, o una refinada malicia, digna de la execración de un pueblo, que sufre con resignación los rudos y frecuentes golpes de padres, que no sabemos por que fatalidad se tornan siempre en padrastros.
Por eso nosotros identificados en un mismo pensamiento, en un sentimiento mismo, los cuáles de vosotros fueron emanados, no pudimos ver sin marcado enojo las consecuencias de esa ignorancia o de esa malicia, que no fueron otras que ese odioso impuesto que nos vemosprecisados a satisfacer.
Y nosotros que somos los primeros en condenarlo, fuimos los propuestos por el Ayuntamiento para hacer el repartimiento, como si con esto hubiera querido añadir a la culpa de sus actos, la befa de nuestras sanas intenciones de nuestro buen deseo.
Entonces, respondiendo al convencimiento íntimo que abrigábamos de que este oneroso impuesto os era de todo punto repulsivo y antipático, cuyos sentimientos en los nuestros veíamos reflejados, creímos un deber el oponer a tal mandato la más rotunda negativa.
Todo fue en vano, como inútil ha sido el que acudiésemos a la superioridad, de donde había partido la confirmación y aprobación de nuestro nombramiento, pidiendo fueramos relevados de un cargo que pugnaba con nuestro deber, con nuestra conciencia y con la razón a la que queríamos rendir el homenaje debido.
Como persistiéramos en nuestra actitud, fuimos conminados con las consecuencias de la moratoria, ante cuya imposición hubimos de ceder, mal de nuestro agrado, y echar sobre nuestros débiles hombros una carga que la hace más pesada el ser tan odiosa.
Por si en alguno de vosotros cupo extrañeza por nuestro comportamiento final, hemos creído pertinente el dirigiros éstas líneas, que si desnudas de las galas literarias, en cambio ostentan el hermoso ropaje de la verdad.
Sabemos sobradamente que nuestra ineptitud de todos conocida, ha de ser un obstáculo para que podamos cumplir nuestra misión cual de nosotros quisiéramos; pero lo que a nuestra inteligencia falte, queda suplido con creces por la sobra de buen deseo que anima a quienes quedan rogando a Dios los libre de cargos contra su voluntad, que luego resultan cargas difíciles de llevar.
Fernando Fernández, Manuel Posada, Raimundo Villar, Eustaquio Sánchez, Francisco Martínez, Ambrosio Helgueras, Tomás Suárez, Francisco Rojo, Antonio Fernández, Manuel Fernández.
Por no alargar demasiado esta correspondencia, pondré punto a este asunto, aunque mucho quede en el tintero.
—
El lunes anteúltimo entregó su alma a Dios en Carreña, la esposa de nuestro estimado amigo don José Bueno, doña María Somohano.
Esta muerte ocurrida en lo mejor de la edad, ha sido generalmente muy sentida, pues así la finada como toda su familia, tenían ganado el afecto de cuantos la trataban.
Por eso al sepelio que se verificó ayer, a pesar de lo desapacible del día pues llovió incesantemente, acudió puede decirse que el concejo en masa, desde las primeras clases de la sociedad, hasta el último labriego. Ha sido una verdadera manifestación de duelo.
A su desconsolado esposo e hijos y a sus ancianos padres, don Francisco Somohano y doña Josefa Alonso, envíamos la sincera expresión de nuestro profundo sentimiento. D. E. P.
Manolo.
Octubre 31 del 95.