Manuel Niembro de la Concha en El Oriente de Asturias del 10 de febrero 1895, nº 506.
CABRALES
El temporal último y la abundancia de nieve que nos trajo, vinieron a aumentar los temores que abrigábamos de que sucedieran lamentables desgracias en los cuatros pueblos de los «Puertos», de los cuales no se sabía noticia alguna desde los primeros días del año, particularmente de Sotres, que es el más alto, el de más nieve.
Del telegrama en que el Alcalde de este concejo lo participó al Sr. Gobernador, la sorpresa de éste por que causa tan grave no se la hubiesen telegrafiado primero; el parte de lo mismo al ministro de la Gobernación y el nombramiento del Sr. Bernaldo de Quirós como Delegado de la primera autoridad civil de la provincia, nada he de decir, porque ya tienen de ello noticia los lectores por la prensa de Oviedo.
En efecto, el día 1º los señores Delegado del Gobernador y D. Enrique Laria, Diputados provinciales por este Distrito, vinieron acompañados de la Guardia civil de los puestos de Cangas de Onís y Llanes, para establecer la comunicación con los pueblos que estaban envueltos en una capa de nieve de más de tres metros de espesor.
Dichos señores pusieron en juego cuantos medios imponían las circunstancias, consiguiendo al fin lo que deseaban.
Para esto trabajaron con una valentía y arrojo dignos de todo encomio los hombres de este consejo que generosamente se prestaron a salvar las vidas de tantos infelices que estaban aprisionados en sus pobres moradas, y que perecerían irremisiblemente de miseria y de frío, si la Providencia no los protegía. La Benemérita cumplió de un modo admirable, y hasta se excedió en su deber, salvando peligros con ánimo sereno y viéndose a cada momento a punto de ser sepultados entre la nieve o lanzados al abismo por las avalanchas que se desprendían a su paso.
Felizmente no hay que lamentar desgracias personales, aunque si grandes pérdidas materiales, como edificios que se hundieron por el peso de la nieve, apriscos destruidos y gran número de reses que perecieron, lo cual es una verdadera calamidad para los habitantes de los pueblos que se asientan en escarpadas montañas donde las nieves son perpétuas, que se dedican solamente al pastoreo y cría de ganado y que nada cultivan ni cuentan con otros medios de vida que el producto de las reses que venden y el sabroso queso que fabrican.
¡Veremos si el Gobierno no se muestra sordo a los clamores de los que sufren! ¡Veremos si socorre tanta pobreza, misera tanta!…
Manolo.
Febrero 5 de 1895.