Pequeñas Jornadas
VIII JORNADA
18 de Setiembre 1886

Con la benevolencia y siempre agradable compañía de los lectores de El Oriente hemos llegado en nuestra variada correría al Concejo más elevado de los que constituyen el partido judicial de Llanes.

Estamos en Cabrales, y hacemos cuartel general en Arenas, que es el mejor de sus pueblos. Situado Arenas, al extremo oriental de Cabrales, en suelo llano y fértil, con buen caserío; calles ordenadas y población bastante numerosa, debiera ser sin género de dudas, por sus especiales condiciones, la capital, para lo que Carreña solo tiene sobre Arenas la ventaja de ser algo más céntrica, por más que la diferencia que para el objeto existe entre una y otra es bien pequeña.

En sus habitantes, como en todos los de Cabrales, se advierten los rasgos característicos de la raza céltica, que fue la primera que debió poblar sus altas cumbres y de la que se encuentran a menudo vestigios de su industria y de su civilización. Hachas de bronce y cobre, puntas de flechas aparecen con frecuencia en los puertos de Arenas, llamando los naturales, en su sencillez y superstición, a las primeras, cruces de rayo, las que tienen en grande estima, creyéndolas el vulgo de las gentes, con virtud bastante para ahuyentar las nubes y conjurar las tormentas.

En Arenas, como en toda la zona oriente de esta provincia, abundan la calamina, el plomo y otros metales, embarcándose los que se explotan, en el puerto de Ribadesella, con rumbo al extranjero. Llama en Arenas la atención de todo forastero el baile del corri-corri, peculiar y exclusivo de ese pueblo y distinto de todos los bailes de este país. Al monótono son del pandorio, término medio entre la pandereta árabe y el tamboril vasco, se coloca un hombre delante de varias jóvenes a quienes dirige: ellas, mostrando desdeñarle, huyen, él las persigue, y ya cansado, las deja; viéndose las jóvenes abandonadas, vuelven en busca del galán, a quien alcanzan en su huida en el mismo sitio donde el baile comenzó. Preceden a estas agitadas carreras ceremoniosos saludos que ellas reciben del mancebo con las mayores muestras de rubor, y giros originalísimos que revelan destreza y agilidad, reflejándose en todas las manifestaciones de esta expansión popular el más profundo respeto, rayando en religiosa veneración, hacia la mujer, fuente peremne de ventura en la vida, la que dulcifica y hace al hombre soportable, en las asperezas con que tropieza, durante su peregrinación por el mundo.

Testigo mudo de la constancia y valor de los astures en la guerra de la Independencia española, es en el puerto de Arenas, Loma del Toro, una profunda sima conocida con el lúgubre nombre de Cueva de los Huesos, depósito de restos humanos, de desgraciados soldados de Napoleón I, sacrificados por los cabraliegos durante la gloriosa resurrección de nuestra indomable raza, en los primeros años de la presente centuria, luchando con denodado esfuerzo, y venciendo no se sabe como, las aguerridas y jactanciosas legiones, cansadas de pasear por toda Europa sus victoriosas enseñas que el Atila del siglo décimo-nono, destinaba a enseñorearse de nuestra abandonada nación.

Dio este pueblo a la patria hombres ilustres por su valor y por su saber, y a la iglesia católica santos mártires. Entre estos sabemos del franciscano Gómez de Mestas, muerto en opinión de santo el día 7 de noviembre de 1627, en la ciudad de Puebla de los Ángeles, y del misionero Pedro Suárez Guerra, que murió traspasado de saetas por los indios. Fue notable D. Francisco de Mier y Campillo, Obispo de Almería, último inquisidor general en España, gran protector de sus paisanos y poseedor del vínculo llamado de La Papera, en cuya casa nació la señora madre del actual Conde de Mendoza Cortina. Mier y Campillo poseía a la vez varios vínculos en Peñamellera y Pendueles lo cual no le impidió entregarse con decisión al estudio, sobresaliendo por los profundos conocimientos que tenía, especialmente en las ciencias eclesiásticas.

Conócese en Cabrales, con el nombre de Trova, un antiguo romance popular que, si bien de escaso mérito literario, es muy estimado por las noticias que da acerca del país. La Trova asigna a la casa de Mier más antigüedad que a ninguna otra de Cabrales, y sin que sepamos si produjo o no en lo antiguo hombre de mérito, es lo cierto que de esa progenie brillaron a principios de este siglo D. Juan María Mier, hombre de claro entendimiento y vasta sabiduría, quien que entre otros elevados cargos desempeñó el de miembro de la Junta Central, y D. Pablo de Mier, hermano del anterior, bravo y esforzado Coronel durante la citada guerra de la Independencia.

Al Norte de Arenas, está el pueblo de Arangas con su antigua capilla de Collado-Huerdo, y al lado de ella su viejísimo tejo, sereno y callado testigo de los cambios y mudanzas verificados en Cabrales en el transcurso de media docena de centurias.

En términos de Arangas, sitio de La Mojosa, mezclan y confunden sus frescas y cristalinas aguas el Cares, hijo de los picos más altos de Cabrales, nacido en el puerto de Remoña, entre Asturias, Santander y León y, el Casaño, asturiano rancio, como que se presenta a la vista en la fuente Casaño que alumbrando en los puertos de Onís atraviesa los montes de su nombre, faldea la sierra de Berodia y deslizándose mansamente por Carreña y Póo pierde fuera de Arenas su apelativo y entrega al Cares, en el sitio ya señalado, todo cuanto es y vale.

Cerca de la Morjosa se presenta a nuestra vista modesto puente de piedra volado sobre el Cares, es Poncebos que atravesamos sin vacilar porque tan grande se ofrece allí la naturaleza que nos atrae como atrae el precipicio sin pensar en la efímera vida. Pero nueva dificultad; pasamos a Poncebos y dos sendas que ambas conducen a los puertos, aunque a pueblos distintos, nos detienen breves instantes hasta que sin explicarnos la causa tomamos a la derecha sin perder la esperanza de recorrer la izquierda. Nada más imponente para quien no tenga costumbre de andar por despeñaderos que esas ascensiones a las montañas; cada paso es un peligro, aumenta a medida que se avanza en la subida. Para contemplar las rudas peñas que dejamos a la espalda, abordar las que aún tenemos delante, escuchar los roncos quejidos que el Cares exhala, al precipitarse de roca en roca, dar descanso a los fatigados pulmones y al sistema muscular, hay que tomar asiento a menudo, porque aun queda mucho que subir. Ya en la cumbre el primer grupo de población que se divisa es Camarmeña, en el centro de verde valle; de corto vecindario de pobre caserío, tiene no obstante Camarmeña, su encanto, ¿y no lo va a tener encontrarse a mil metros de altura o más sobre el nivel del mar, entre gente sencilla aunque no escasa de ingenio, cuya ocupación principal, como la de los personajes bíblicos, es el cuidado de sus rebaños, sin ambiciones de brillo ni de gloria? ¿No tiene sus puntos de seductor verse en el medio del monte sin oír otros ruidos que el canto ya alegre, ya quejumbroso, de las aves, la triste y melancólica canción de enamorada pastora, o el penetrante silbido del pastor que quiere llevar sus ganados al aprisco, lejos de tinta y papeles, de libros y procesos, de antiguos importunos o de enemigos que le acechan sin pensar en otra cosa que en la conversación de si mismo y sin más ocupación que contemplar el alma a sus anchas, la grandiosidad de los peñascos y la azulada cúpula que corona el inmenso edificio de la creación? Muy bello es todo esto que a cada paso se encuentra en las cumbres que bordean el concejo de Cabrales, pero dicho sea en honor de la verdad, tanta belleza cansa pronto; es para ser disfrutada por poco tiempo, y en medio de solitario retiro siente uno luego el deseo de volver a sus hábitos, a su vida monótona, al hogar, a los amigos, a las acechanzas del enemigo, al mundo social, en una palabra con todos sus defectos y contrariedades.

Advertidos ahora de que perdimos la ruta, volando más de la cuenta, tornamos a Camarmeña, que en medio de su pobreza, contiene algo notable. Lo son por su antigüedad la campana de San Julián, que no es obra de fundición y sí hecha a martillo, a pura forja y de piezas claveteadas; un misal de góticos caracteres, todo él de pergamino, y el altar de su iglesia, cuya parte superior le forma una sola piedra. ¡Bonito ejemplares estos para un anticuario!

A poca distancia de Camarmeña se ven las ruinas de vetusta capilla; fue San Julian de Culiembro, parroquia de Bulnes y Camarmeña, y en ella, según tradición, se halla enterado un obispo, que sirvió esta parroquia, lo cual de ser cierto, es probable que haya ocurrido poco después de la derrota de Guadalete, pues muchos debieron ser los próceres civiles y eclesiásticos que entonces se acogieron a la esperanza de nuestras montañas, único medio de librarse de la ferocidad de los invasores. Al sur de Camarmeña está el pueblecito de Bulnes, rodeado como aquel, de gigantes de roca y habitado también por sencillos pastores. Tiene Bulnes una patena tan sumamente gastada por el uso, que parece un papel. ¡Cuanta no será su antigüedad!, y hay allí restos de un castillo o torre construido al parecer, en tiempo en que no era conocida la calcinación de la piedra. Todo en él indica que para hacer el mortero de construcción, en vez de calcinarse la piedra, se pulverizó.

Es grandioso al Sur de este pueblo el Naranjo de Bulnes, escarpada roca, en forma, como su nombre lo dice, de naranjo con una altura sobre el nivel del mar de dos mil trescientos ochenta metros.

Cruzando montes y valles en dirección al Sur damos en Sotres, otro pueblo de los puertos de Cabrales, el de más vecindario acaso. Tres fueron los primeros pobladores de Sotres, cuenta la tradición. Son tres, y de aquí la formación de Sotres, nombre del pueblo en que nos hallamos.

En todos los pueblos hay identidad de usos, de costumbres y ocupaciones, y en todos se encuentra algo que admirar.

En la iglesia de Sotres hay una cruz de metal hecha a forja, y un altar portátil, que cerrado, presenta forma de un libro.

Al Norte de Sotres se halla Tielve que, con los anteriores, constituyen los cuatro pueblos de los puertos de Cabrales, conocidos en toda España, y fuera de ella por su famoso queso que se llama queso de Cabrales.

Este queso, excitante en alto grado y poderoso digestivo en pequeña cantidad, tiene muchos puntos de semejanza con el Rochefort, y hay quien le considera superior a este.

La industria del queso, que hoy se exporta en gran cantidad a la América Española, además de lo mucho que se consume por acá, y la ganadería, son los únicos medios de vida que estos pueblos disfrutan, muy contentos y satisfechos en sus soledades si consiguen vender a buen precio, cosa frecuente, sus productos, con cuyo importe, y el de la manteca de vaca que extraen en buena cantidad, se proveen de los granos necesarios para su alimento y de otros artículos que les niega la crudeza del clima en que viven.

Descendiendo de Sotres por entre riscos y precipicios, llegamos a la senda izquierda de Poncebos, antes mencionada, replegándonos a Arenas después de dos días de no interrumpido caminar, muy molidos, eso sí, pero muy satisfechos por haber visitado tanta la grandeza como la Naturaleza allí muestra, y porque nos encontramos con amigos francos, leales y cariñosos, sintiendo esa buena gente no tener otras cosas que ofrecernos y con qué obsequiarnos que su pobreza, y lo que allí se encuentra siempre, como ellos dicen, con una güena voluntad.



www.concejodecabrales.com

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