Desde Cabrales
Artículo de autor desconocido (¿Ricardo Huerta? ¿O un muy joven Manolo Niembro?) publicado en el periódico "La Montaña", de Torrelavega, nº 28, el 11 de julio de 1889.
A Don Blas Cantaclaro.
Cumpliendo el compromiso que tengo contraido, empiezo estas líneas, en las cuales me propongo extractar su epístola, inserta en el número 24 de LA MONTAÑA á fin de que la cuenta quede saldada con usted por ahora.
Por donde terminó aquélla, voy á comenzar; y no lo estrañe, cariñoso y distinguido amigo, porque esa disposición particular, que han dado en llamar idiosincracia, y que en determinados individuos presenta fenómenosde que parece están libres otros, aunque no se halle incluida en el cuadro de las enfermedades infecciosas, llegará á calificarse de tal, sin que transcurra mucho tiempo, pues en este y otros pueblos, es tal el contagio, que apenas queda libre de él un hombre, como no sea el pastor de las ovejas.
Conste, pues, que un fenómeno de los que produce la idiosincracia, es la causa de que yo ande al revés este camino.
Veo, con verdadera satisfacción, que en medicina es V. un vallador inespugnable; mas como en la manera de aplicarla para que desaparezca el estado morboso, (gangrenoso, pudo y debió decir usted) en que se encuentran los Ayuntamientos, disiente mucho de la opinión del Cirujano de este pueblo, con el que ayer consulté su carta, de aquí que me permita consignar las opiniones que sustenta este pigmeo Galeno.
Afirma que la higiene atenua las enfermedades, cuando al comenzar se observa y practica con verdadero rigor, á lo que no se atemperan todos por causas, cuya enumeración sería prolija. Sostiene, por el contrario, que aunque se cumplan bien todos sus preceptos, pero despues que la enfermedad se haya desarrollado, no se consiguen los resultados que desea el Médico, ni con antiflojísticos, ni con tónicos, ni con sanguijuelas, ni con evacuaciones; pero ni con menjurges, potingues y pócimas, porque las impurezas que la sangre adquirió antes, no se corrijen fácilmente después; viniendo á ser grave el estado patológico del enfermo, sin que en la mayor parte de estos casos dé resultado favorable la terapéutica.
Tanto me habló de esto el Cirujano, que dudo que las ideas que emitió estén bien expresadas; y como yo no sé una jota de medicina, espero que no tome usted nota de los despropósitos que observe en la redacción del precedente párrafo.
La higiene práctica y necesaria, ó vulgar si usted quiere, esplicada á grandes rasgos, entendemos aquí que consiste en ventilar, limpiar y asear las habitaciones, y en desinfectarlas, en muchos casos, para que el aire enrarecido disminuya de volumen y se purifique á la vez. También cuidamos de que los alimentos sean de fácil digestión y de que estén bien condimentados; aunque uno de los que mas usamos, si bien como postre, es el queson picón, con el que parece no está muy conforme nuestro Cirujano; pero como no es de esta tierra y vuelve la cara cuando observa que algunos se mueven, sin duda por eso no simpatiza con nuestro inemitable queso.
En este lugar, tambien ponemos especial cuidado en el aseo del cuerpo: la muda de ropas interiores, se practica semanalmente, y nos vestimos la de abrigo, cuando vienen los frios, sustituyéndola con otra mas ligera, durante el estío. En fin, por este lado no andamos mal del todo, y hasta es presumible que no marchen delante los de Cohicillos 1., á pesar del saber de su amigote el Maestro y de lo mucho que discurre su simpático D. Cándido.
Verdad es que no faltan por acá Ayuntamientos, cuyo estado de salud deja bastante que desear por el descuido en que los vecinos viven, y de aquí el estado morboso en que se encuentran los primeros; y segun este Cirujano, hombre que lo entiende, puede sobrevenir la gangrena, si no se aplican antiséptícos en tiempo, á lo que se oponen las gentes ignorantes, más por la consideración que por el conocimiento.
Parece, pues, que debian someterse á una rigurosa higiene dichos Ayuntamientos, comenzando por unas fumigaciones, como las usadas en tiempos de epidémias, y las que en Torrelavega propinaban, gratis en 1885, al pié de la Estación del ferro-carril. Aún recuerdo las angustias que me hicieron sufrir allí entre Curro y Climaco, al apearme del tren el dia de San Lorenzo.−¡Que no quiero ser mártir!, gritaba yo con toda la fuerza de mis hasta hoy sanos pulmones, al entrar en la chabola.−Pues serás confesor primero y mártir después, me contestaba Curro.−¡Que me aso vivo! ¡Piedad, señores!−Aquí no hay parrillas como las en que tendieron al Santo, decia aquél Climaco.−¡Misericordia, caridad.…! Ya sentía la asfixia; y en trance tan apurado, de un empollón que dí á la puerta, me ví con ella en medio de la carretera en un santiamén; y como alma que lleva el diablo, huí, mientras aquéllos empleados refrescaban en la cantina, y sin que se apercibieran. Por supuesto que si espero á que abriesen me encuentran.… muerto, y no del cólera.
Perdóneme esta pequeña digresion el amigo D. Blás, pues ahora continuaré para dejar sentado que aquél Climaco, yo no sé que pareció, pues sus ojos centellantes, su porte y aire, mas propios eran de un Guardia civil que de un empleado. Pero aún creo que lo superaba Curro, si bien un sable hace milagros. Digo esto, porque aquel municipal parecia un soldado de los de Atila, un vencedor de las Termópilas. Nunca ví hombre tan valiente, hablando y mandando.
Decía, que, debian ser fumigados los Ayuntamientos, porque así lo reclamaba la higiene pública; y salus pópuli, suprema lex, est. (Ni Don Vicente lo dice mejor). En sus casas está abandonada la primera y semuere de pena la segunda, al ver que se pisotea y se convierte en girones. La atmósfera que se respira en ellas, es pura pocas veces. pues casi siempre está impregnada de gáses deletéreos, como los que emanan de cualquier rincón donde se depositan determinadas materias, las que por la influencia del calor unas veces, y otras por su tendencia natural á descomponerse, éntran pronto en ese estado que llaman aquí putrefacto, sirviendo de base en seguida para el desarrollo de ciertos microbios, poco visibles, segun la ciencia, pero destructores seguros de la vida de los seres racionales.
Y cuente, amigo Don Blás, que mientras se permita á los hombres de caza, aunque no esté declarada la veda, nada bueno tendrán los pueblos, porque el que busca, ruega y suplica para sí, algo más se propone que servirles. Aquí pensamos de esa manera, mucho há, y en Cohicillos no irán á la zaga! Cúanto enseña la esperiencia en estas cosas de pueblos.
Por eso conviene que no seamos hombres de secta, porque el dia que yo perteneza á cualquiera, con la mayor facilidad me vuelvo Inglés; y entónces no me seguirá usted. Sin embargo, en política creo que lo somos respecto á las instituciones, aunque podrémos estar muy distantes en cuanto con las prácticas parlamentarias se relaciona, porque mientras usted las alabará, yo las detesto.
Termino estas líneas; y aunque se enfade su Maestro, y usted mismo tambien, debo consignar: que su estilo, escribiendo, no queda limitado al lenguaje práctico, ni reducido á un simple pasatiempo el fin que persigue: que un idealismo filósofico, aunque fuera basado en las ideas esclusivistas, concebidas por la sana razon, no tendria mal representante en usted: que no me equivoco al suponer que no tiene vacas, ni prados, y si buenos libros y grandes conocimientos, aunque sea de las llamadas pardas la gramática que maneja: que su muleta es la pluma: que me conformo con el calificativo de suspicáz ó caviloso: que tropezó aquél Domingo con la horma que necesitaba, y que nuestra cuenta corriente queda cerrada.