—Vas a la fuente, a la fuente,
tan solita, tan solita.
Y quieres que te acompañe...
—Yo no quiero compañía,
porque lo verá mi novio.
—¿Tienes tú novio, y tan chica?
—Y es el pastor más bizarro
que hay en esta cercanía.
Junto a un espinoso cardo
cantaba una clavelina.
—¿Pero quieres a un pastor,
una zagala tan linda?
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—Yo para pobre nací,
porque no querré ser rica.
Si en el querer consistiera,
qué dicha fuera la mía.
—¡Ay! Para tus manos blancas,
una salada sortija,
y así, como no la traes,
puedes probarte la mía.
—Por probar nada se pierde,
me está muy bien y justita.
—Pues te la puedes dejar,
que tengo en mi joyería
más de cincuenta y con esa
bordadas en plata fina.
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—¡Qué noble es el caballero!
—¡Qué encantadora es la niña!
Caballero y la zagala
Para la fuente caminan.
El pastor que lo admiraba
d'estas palabras decía:
—El que se halle solo y pobre
no busque la mujer linda,
que a la puerta del querer
viene el rico y se la quita.
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