¿Quién fue Gustav Schulze?
Gustav Schulze, geólogo alemán, es bien conocido en ambientes montañeros por ser el autor de la segunda ascensión absoluta, y primera en solitario, al Pico Urriello o Naranjo de Bulnes. Pero las razones que le trajeron al norte de España, así como el trabajo que aquí realizó como geólogo, son mucho menos conocidas. (No debe ser confundido con Guillermo Schulz, el gran ingeniero y geólogo alemán que a mediados del siglo XIX levantó el primer mapa topográfico y el primer mapa geológico de la provincia de Asturias).
Gustav Schulze nació el 27 de septiembre de 1881 en Orizaba (estado de Veracruz), en el seno de una familia alemana que se había instalado en México debido al trabajo del padre. De niño se trasladó a Munich junto con sus padres y hermanos y comenzó allí su formación. Con el tiempo, dos de los hermanos, Adolf y Gustav, cursarían estudios relacionados con las ciencias de la Tierra: Ingeniería de Minas, en Clausthal, en el caso de Adolf, y Geología, en Leipzig, en el de Gustav. En esta última universidad, Gustav Schulze alcanzó en 1905 el título de doctor, presentando una tesis sobre la geología de un sector de los Alpes Bávaros.
El interés de Schulze por las montañas no se limitó a los aspectos geológicos sino que, al igual que su hermano, fue un activo alpinista y realizó ascensiones de cierto nivel. Desde 1900 era miembro de la "Akademischer Alpenvereins" de Munich, institución en la que ocupó el cargo de bibliotecario. En los anuarios de esa sociedad figura la relación detallada de las múltiples escaladas llevadas a cabo por los dos Schulze en los Alpes Bávaros, en el Tirol, en los Dolomitas, en los Montes Tatra…
La lista de cumbres es realmente abrumadora. De las conquistadas por Gustav tomamos al azar los nombres del Kuchenspitze, Schwarzhorn, Pyramidenspitze, Reitherspitze, Zugspitze, Wildspitze, Monte Pelmo, Cima di Brenta…, pero omitimos muchísimas más. Se comprende, por tanto, que Gustav Schulze gozase de amplio reconocimiento en el mundo alpinista, como lo atestigua el hecho de que estuviese en posesión de la Medalla de Oro de la "Deutsch-Osterreichischer Alpenverein" y de que fuese nombrado socio de honor de la Real Sociedad Española de Alpinismo "Peñalara".
En 1906 Gustav Schulze viajó por primera vez a la Cordillera Cantábrica para iniciar unos estudios geológicos que continuaría en los dos años siguientes. En cada ocasión su estancia se prolongó durante meses. Según calculan los profesores de la Universidad de Oviedo J. Truyols y E. Martínez García, que se han ocupado de averiguar las investigaciones geológicas que Schulze desarrolló en nuestro país, en total pasó diez meses en España y en ese tiempo se movió por una franja de terreno que va desde Ribadesella a Unquera, por el norte, hasta Cistierna y Cervera de Pisuerga, por el sur, abarcando ¡unos 3200 km2! de superficie.
El propio Schulze recogió en unos cuadernos manuscritos los días de trabajo en cada zona, lo que permite saber que, por ejemplo, al área entre Cangas de Onís y Panes le dedicó 47 días, al sector de Covadonga, Los Beyos y Sajambre 11 días, y a los altos macizos de Picos de Europa (¡como era de esperar de un enamorado de las montañas!) les dedicó nada menos que 72 días de campo.
Había llegado por primera vez a la costa cantábrica el 3 de agosto de 1906, tras un viaje en barco desde Hamburgo que había comenzado el 27 de julio. En ese mismo año, el 1 de octubre, tuvo lugar su histórica ascensión al Naranjo de Bulnes, de la que hay que resaltar tres aspectos: que fue la primera en solitario, que abrió una nueva vía (aunque coincide en parte con la del Marqués y el Cainejo), y que en esa ascensión usó clavijas, empleadas para descender en rapel por la cara sur.
En el relato de esta escalada, que apareció en los anuarios de la sociedad alpina de Munich (Jahresbericht des Akademischen Alpenvereins, tomo XIV, años 1905-1906), Schulze opina que la mayor dificultad de la ascensión no reside en la verticalidad de la pared, sino en el estado extraordinariamente liso de la roca. Como escalador que era, acostumbrado a largas paredes en los Alpes y en los Dolomitas, juzga la subida como corta, pero la considera también interesante y difícil.
Un poco antes de la escalada al Naranjo, el día 19 de septiembre de 1906, Gustav Schulze había realizado la primera ascensión conocida a otra cima notable: el Tiro Tirso. Schulze también publicó un artículo detallando la subida a esta última cumbre, descripción que, junto a la del Naranjo, aparece traducida en el libro de Pidal y Zabala (1918). En 1933, cuando ya residía en México, Schulze envió a la Revista "Peñalara" un hermoso escrito en el que rememoraba con gran detalle aquellos emocionantes días de 1906.
Pero, además de coronar el Naranjo y el Tiro Tirso, realizó otras muchas ascensiones. Hay constancia de que en su primer año en Picos de Europa subió a la Torre del Llambrión (20 de septiembre de 1906) y al Torrecerredo (8 de octubre). Durante esta primera estancia, que se prolongó hasta el mes de noviembre, viajó con frecuencia a Santander y en uno de esos viajes se alojó en la Fonda de Fidel Velarde en Bustio, que en adelante se convertiría en su base de operaciones.
Al año siguiente, 1907, llega a Unquera el 23 de mayo y se hospeda durante varias semanas en la citada Fonda Velarde, dedicándose a recorrer y estudiar la franja costera. A mediados de julio de ese mismo año pasó unos días con el conde de Saint-Saud y al final de esa excursión tuvo lugar el histórico encuentro de ambos con D. Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa. Posteriormente visita el Macizo Oriental y asciende a la Pica del Jierro (29 de julio) y la Tabla de Lechugales (31 de julio). A partir del 29 de agosto se adentra en el Macizo Central, y, a continuación, sigue al Occidental. En esta etapa, además de las cimas mencionadas más atrás, los anuarios de la sociedad muniquesa de 1906-1907 recogen las ascensiones al Samelar, Valdominguero, Peña Vieja, Torre Bermeja… El retorno a Alemania se produce el 15 de septiembre de 1907.
En 7 de junio de 1908 Schulze llega por tercera vez a la Cordillera Cantábrica y se dirige directamente a Cangas de Onís. Sitúa la tienda de campaña en la Vega de Xivil y desde aquí recorre parte de los valles del Ponga y Dobra y el valle del Sella. Entre el 24 de julio y el 10 de agosto se traslada a Riaño, Sierra del Brezo y Fuentes Carrionas, pasando cerca de las cumbres del Curavacas y Peña Prieta. Vuelve después a Unquera y, a continuación, se dedica a trabajar en la zona situada entre Arenas de Cabrales y Ribadesella. El 28 de agosto de 1908 emprende viaje de vuelta a Alemania. Nunca más regresaría a los Picos de Europa.
En estas tres campañas reunió una amplísima información geológica que, desgraciadamente, nunca llegó a publicar. Los avatares derivados de las dos guerras mundiales y, sobre todo, la enorme complejidad y extensión de la zona abarcada, fueron demorando el momento en el que pudiese considerar lista la investigación. Pero Schulze nunca abandonó la idea de dar a conocer su trabajo y, cincuenta años más tarde de sus exploraciones, aún seguía tratando de elaborar y completar la información recogida en la Cordillera Cantábrica. Siendo ya anciano, establece contacto con un prestigioso profesor alemán y cede parte de la colección de fósiles que recogió en el norte de España, depositada inicialmente en el Museo Bávaro de Paleontología de Munich, a la Universidad de Tübingen, para ser estudiada por jóvenes científicos que comenzaban su doctorado.
De sus últimos años se sabe que estuvieron marcados por la enfermedad. En 1961 acudió a Munich para ser reconocido por los médicos y en esa ciudad alemana permaneció hospitalizado durante algún tiempo. Murió el 25 de febrero de 1965 en Ciudad de México, a los 83 años de edad. Sus descendientes siguen residiendo en México.
Hacia 1990, el redescubrimiento y revisión de los cuadernos de campo de Schulze (realizada por los profesores de la Universidad de Oviedo que se mencionan más atrás) representó una enorme sorpresa, ya que permitió conocer que Schulze se había adelantado 50 años en el conocimiento de la geología del norte de España. Se trata de una maravillosa colección de ¡2850 páginas! llenas de notas manuscritas, esquemas geológicos, dibujos y apuntes, que se encuentran depositados en la Universidad de Tübingen.
Un aspecto que conviene aclarar es que Gustav Schulze no vino a España a hacer su tesis doctoral, sino que ya era doctor en geología desde algún tiempo antes de su primer viaje a nuestro país. Recordemos que tanto el conde de Saint-Saud como D. Pedro Pidal se refieren siempre a Schulze como "doctor", título reservado a quiénes ya han presentado una tesis doctoral. Sin embargo, en algunos escritos (por ejemplo, en el artículo de J. A. Odriozola de 1965) se sugiere lo contrario. Hoy día, tras las averiguaciones de Martínez García y Truyols en Alemania, ha quedado claro que Schulze ya había realizado una tesis doctoral en los Alpes bávaros antes de iniciar sus viajes a España (¡una tesis que había terminado y presentado cuando sólo contaba 24 años!).
Por tanto, la investigación de la geología del norte de España, que desgraciadamente nunca llegó a publicar, debió formar parte de algún proyecto post-doctoral. Pero si aún permaneciese alguna duda respecto a si Schulze era o no doctor cuando visitó España, ésta queda totalmente despejada al ver la tarjeta de visita que dejó en el Tiro Tirso en septiembre de 1906 y que, 26 años más tarde, en 1932, fue recogida por Enrique Herreros. En dicha tarjeta, fotografiada por Odriozola para su artículo de 1965, se lee claramente: "Dr. phil. Gustav Schulze".
La inmensa cantidad de descubrimientos que Schulze realizó y que, además, interpretó correctamente, ha dejado asombrados a los geólogos actuales. Si sus estudios hubiesen visto la luz en su momento, un gran número de avances en tectónica, estratigrafía y paleontología de la Cordillera Cantábrica llevarían hoy asociado el nombre de Gustav Schulze. Por tanto, es de suponer que el que su obra quedase inédita tuvo que representar para él una gran frustración.
Mirando ese trabajo con cien años de distancia, uno queda perplejo ante el hecho de que se enfrentase al estudio de una zona tan amplia y con tantas dificultades orográficas y que, a pesar de ello, hubiese llegado a un grado tan profundo de conocimiento. Junto a su formación científica, su perspicacia, y su inteligencia, no cabe duda de que habría que añadir su condición de alpinista como una de las circunstancias que posibilitaron su extraordinaria capacidad como geólogo.